12 julio 2014

A veces suelo...


A veces caigo sin remedio,
sin consuelo, en un profundo agujero negro.
Todo es oscuro e incierto,
un sinsentido de miedo,
un pozo sin fondo,
un desierto de hielo.

A veces se funden los plomos,
de este juguete roto,
se me vacían las ansias,
me licuo por los poros.

Se me apaga la existencia,
se vuelve neutro todo.

A veces me disuelvo
como sé hacerlo yo solo.

A veces me ahogo,
en el aire que soplo,
caigo rendida
y me duele lo que noto.

Me engaña mi memoria,
me estorban los otros,
me hiervo a mi misma
y dejo posos en el fondo.

A veces me resisto,
otras dejo que suceda,
me da miedo esconderme
y que no quede nadie fuera.

Me da vueltas la vida a ritmo de marea,
me salpica la conciencia no ser siempre como era.

Permanezco perdida en los bordes de la orilla,
y me falta el aire con las "cosas de la vida".


A veces me sumerjo en los enredos de mi pelo,
se me espesa la sangre y se convierte en veneno,
doy por ciertas mis locuras, y no me creo lo que veo,
se me antoja ser distinta y el mundo se hace feo.

A veces me castigo más de lo que debo,
intento aligerar y solo arriesgo cuando pierdo,
y en mitad de todo esto
levanto estrellas cuando vuelo.

Mis rarezas me conforman.
Ásperas, chirriantes, diferentes.
Soy débil, voluble, inconsistente,
fragmentada, oscura e insistente.
Pero hay un parpadeo,
 y cambio al momento siguiente.

Soy fuerte, cristalina y vehemente.

Mis rarezas se solapan, como plumas de una almohada,
mis locuras se entrelazan y hacen mundos de la nada.

Pero hay un suspiro y el momento es distinto.

Donde había cristales rotos, ahora solo hay brillo,
voy saltando los sentidos como paginas de un libro,
vivo por lo tuyo y tú mueres con lo mío,
tus cálidas mañanas se pelean con mi frío.

Tengo ganas de decirte que yo no tengo arreglo,
que hago todo lo que puedo,
que me faltan piezas y me sobra tablero,
que a la llama de mis velas no arde ningún fuego.

Decirte que corro desesperada y nunca llego,
que me paro en la ausencia en cuanto puedo,
que los días cambian demasiado
y mis pájaros van primero.

Anochezco a destiempo, y amanece en mi desierto,
me vuelvo torbellino
me atormenta lo que siento,
me refugio en tu cuerpo y se van
las nubes negras que oscurecieron mi cielo.
Siempre te digo que lo siento,
estúpida costumbre la que tengo,
no saber conjugar la oscuridad de mi universo,
con la enorme intensidad
de lo mucho que te quiero.