20 febrero 2020

Sin palabras, sin roces, sin aspavientos



Si supieras lo que estoy luchando para que no te conviertas 
en un recuerdo sombrío, de esos que obligan a apretar fuerte los ojos
 y a sacudir la cabeza para que desaparezcan.

Si supieras lo que lucho para que el arrepentimiento 
no gobierne al resto de mis sentimientos.
Ay, si tú supieras lo difícil que resulta.

Esta es la forma que has elegido, de todas las formas posibles.

No he tenido más opción que aceptar
porque es imposible luchar contra la nada
que me has puesto delante.

Yo siempre sobrevivo.
Me levanto, me sacudo el polvo y camino.

Esta es la forma que has elegido.

Si supieras lo que me está costando reconocerte,
encontrar algo bueno entre tanto silencio y tanto gesto forzado.
Preguntarte tranquilamente en qué momento merecí tanto desprecio
con la sana intención de comprenderlo.

¿ Cómo puede el amor vertido transformarse en esto ?
Sin palabras.
Sin roces.
Sin aspavientos.


Yo siempre sobrevivo.
Esta es la forma que has elegido.

Seguiré los pasos que con rotundidad has marcado
para no salirme de tu guión estructurado.

Ya no ocupo, no molesto, no desordeno.
Ya no respiro ni quiero.

Ya soy una pieza más de tu inmenso tablero.

Me quedo quieta, aquí donde me has puesto
observando con la piel quebrada
lo poco que te pareces a mis recuerdos.














Definir el desastre

He buscado sinónimos para definirte
para describir la forma en que alimentas mi amargura.

Eres un calabozo, un rincón oscuro sin aliento ni ojos,
eres la alimaña despedazando los trozos.

Deletéreo
obscuro
estrepitoso

Una sombra proyectada
colgada de mis hombros.

Funesto
cruel
desolador

Una mezcla poderosa
de miseria y destrucción.
las garras afiladas del depredador.

A tu niebla le sigue un frío penetrante
a tu caos le precede cualquier interrogante.

Eres el dolor corpóreo y aplastante.
La nube de oscuro polvo
donde se esconde el desastre.

¡Qué difícil amarte!
¡Qué destructiva fue la intención de cuidarte!

Qué frío.
Qué desgaste.
tu posición asfixiante
tu postura arrogante
tu destructor vendaval
se lo lleva todo por delante

todo en ti
supura desastre
todo para ti

llega demasiado tarde.











Donde estaba él ahora hay un iceberg



Hoy no me ha dolido.

Te he visto, y ese agujero por el que se colaban tus monstruos y 
se escapaban mis mariposas, hoy no se ha abierto.

El hombre que amé ya no existe y tú eres una sombra impostora
ocupando su puesto.

Hoy no me ha dolido y le he amado más que nunca.
A él, que se fue dejándome las noches vacías y oscuras.

Hoy he comprendido que no volverá,
que le perdí en algún rincón oculto de ese cuerpo que tú también ocupas.

No me ha dolido porque el dolor es finito.

Porque nadie merece tanto frío. 
Nadie que haya acariciado tu vientre
como si el centro del universo fuera tu ombligo,
nadie que te haya besado con los ojos cerrados y el alma de par en par,
merece tanto frío.

Nadie que haya ido corriendo y malherido a ocupar tu soledad,
nadie que te haya ofrecido sus alas arrancadas para que tú puedas volar.

Nadie merece tanta frialdad.

Y ha sido en mitad de tu iceberg cuando he descubierto que ya no dolía.

Era una tontería pensar que me dolía el frío, si mi piel ya estaba helada
de compartirse contigo.

Y te he mirado, pero no te he visto.
Porque tú solo eres la cubierta
todo lo bonito que había en ti
se ha desvanecido.



















       Ilustración ABO ( AboK2)

Lo sé


Eres la única decisión que tomé con la cabeza
por eso quizá lo estoy haciendo tan mal.

Antes de ti, escuchaba siempre el latir de mi sangre,
cuando las cosas pasaban inevitables como el aire.

Contigo nada funcionaba,
ni el cerebro ni el corazón
ni el miedo ni las ganas.

Lo sé.

Sé que no íbamos a ninguna parte,
que nos pasamos más tiempo enredados
que disfrutando del baile.

Lo sé.

Que mudaste la piel por una intocable
que no queda en tu burbuja, espacio para nadie
y este corazón idiota no tiene intención de escucharme
me incita a desear otras cosas,
como por ejemplo, respirarte.

Y me empeño en callarle
le sujeto contra el suelo y le golpeo
con argumentos racionales.

Lo sé,
que ya no iremos a ninguna parte
que mi mano sobre tus labios
ya no consigue apaciguarte
que todos nuestros empeños
riman siempre con desastre.






















10 febrero 2020



Sé lo que sacrifico
para que mis demonios no se alboroten
y vivan tranquilos.

Sé dónde habito,
en la fina linea que separa el condicional perfecto
del pretérito subjuntivo.

Sé demasiadas cosas de mí mismo,
me he buceado por dentro
en mitad del cataclismo.

Sé por dónde camino,
el barro ya hace rato 
que me cubre los tobillos.

Sé lo que necesito
y lo demás fueron rabietas
impulsos o caprichos.

Sé leer entre lineas que parecen paralelas
aunque tú las ves torcidas
porque saltamos sobre ellas a lo largo de la vida.

Sé de lo que prescindo
para que el tumulto no me haga ruido
y aún así tienen los huevos
de hablarme a mí de sacrificio.









Un mal día



Tengo un mal día.
Uno de esos que piden a gritos dinamita.

No soporto otra presencia y todas mis certezas
están flotando a la deriva.

Tengo un día de esos que llevan un velo gris
de esos en que los huesos te pesan solamente por existir.

Puedes verme,
ver mis piernas bajar y subir las escaleras
pero ya estoy en otra parte.

Soporto el peso de lo roto sobre mis hombros
y me parece un lenguaje desconocido
las palabras que usan los otros.

Tengo un día borroso
y agua salada de sobra
haciendo olas en mis ojos.

Me meto en el silencio 
y cierro por dentro ,
para que nada escape,
para que nada cale
en esta piel en exceso permeable.

Tengo un mal día.
De esos en los que nada arde
suficiente, para calentarte.

Y el mundo está lleno de gente
que para ti no son nadie.

Hoy toca gris.
Empiezo a estar cansada de esta gama
de colores reducida.

Me ha dolido que me llamen por un nombre
que no me corresponde
que se hayan sentido con la fuerza suficiente para cambiarlo.

Me ha vuelto a herir la frialdad.
Ya ves, nada nuevo.

Luego me han herido las suposiciones de
aquellos que ni siquiera me conocen.
Me ha dolido la distancia inabarcable que hay
entre ellos y yo.
Me ha dolido estar tan lejos de estar bien
y esforzarme en parecerlo.

Ya no sé dónde esconderme las miserias.
Ya no puedo ser más imperfecta.

Me pongo negra y pienso que podéis iros todos
a la mierda,
pero aunque no lo sepáis
ya estáis en ella.

Que la verdad me aplasta
y siento la vida entrar por un cuello de botella.

Que en mi oscuridad se os ve la transparencia,
que os movéis porque a cualquier empujón lo llamáis inercia
y estoy cansada, muy cansada, de que una mitad 
arranque lo bello a la otra media.













Los ojos más bonitos


Me estrellé 

en las negras pupilas
de unos ojos bonitos
en el gesto tímido
de un hombre sombrío
en su lento susurrar
y el resonar en mis oídos.

Tienes los ojos más bonitos del mundo,
lástima que lo cuenten todo
como que detrás no hay nada.

Un día te hice una foto sin que te dieras cuenta
y eso es todo lo que tengo de ti.

A veces la miro, en un silencio infinito
y me vale eso para sentir la nada que hemos sido.

Tus ojos son tan bonitos
profundos y perdidos
oscuros y cavernosos
sin luz y sin fondo.

Tienes los ojos más bonitos del mundo,
lástima que lo cuenten todo.

Que pena que cuando me miran
hagan periferia de mi centro
que sean tan negros
como el negro abismo
esos ojos tan bonitos
que han movido mi universo.











Las razones por las que he llorado.


Esta tristeza insoluble, escondida en los pliegues de mi sonrisa,
te ha dicho adiós sonriendo porque no conoce otra forma de hacerlo.

Luego, mientras me duchaba, intentando que el agua se mezclara con las lágrimas,
por primera vez he querido comprender por qué lloraba.

No te he perdido, siempre estarás conmigo.
Porque eso es algo que yo he elegido.

He llorado por hacerme prescindible.
Por las cosas simples y cotidianas que ya no viviremos
por los compartimentos estancos que se han creado
en lo recóndito de mi alma.

No conseguí compartir contigo mis locuras.
No conseguí que supieras quien soy
ni siquiera logré disiparte la bruma.

Lloré
por no volver a recoger la ropa esparcida por el suelo
por no haber dicho adiós a tiempo y por haberme conformado
con un simple hasta luegoporque cuando he podido asimilarlo, 
ya había demasiadas cosas que se habían venido a menos.

He llorado por lo cerrado de tus accesos
por no recorrer de nuevo el trayecto de tus venas
por la forma en que leo lo que piensas
por esos ojos que cambiaron la rotación de mi mundo 
haciéndolo inhabitable.

Por no poder comprenderte o por entenderte demasiado.

Ya vivía preparada para un momento como este,
teníamos el final vaticinado desde aquella primera vez 
en que pisé tu suelo mojado.

He llorado por no preocuparme por mí tanto como lo hice por ti,
he llorado por lo innecesario que fue el dolor causado, 
el miedo y la cobardía que han logrado transformarnos.

He llorado por la impotencia de encontrar una pared de frente,
allí donde mi alma pedía un confidente.

He llorado por tus borrones y tus cuentas nuevas
por lo rotundo y pesado de tus puertas
por no poder huir a un lugar donde nunca más me veas.

Por esa oscura nube que ahora siempre te acompaña
por no haberte dejado nada bueno en las entrañas
por todos los ayeres posibles
que ya nunca serán mañana.

Por esas cosas que no pude comprender
por permanecer impasible a un dolor que te vino de frente,
por cambiarme, por romperme,

por tener como única opción dejar de quererte.

Por fingir ser más fuerte de lo que era
mientras la vida se me hacía mil pedazos
por la ausencia irreparable que has dejado
por todas esas razones he llorado.












03 febrero 2020

Ya no importa






Ya no importa. 
En serio, ya no.

La vida no puede pararse, puedes pararte tú
y dejar que la vida te pase por los lados.

Yo fui parte de esa vida que te pasó de largo
mientras permanecías en quietud.

Ni siquiera te giraste a mirar mientras hacía mis
locas piruetas.
Todo el repertorio de habilidades para la muestra
y tú no estabas mirando.

Ya no importa. En serio, ya no.

Nada de mí te pertenece
ni siquiera esta tristeza encallada
que arrastro a la fuerza
porque es imposible escapar
sin darle a mi vida la vuelta.

Y la verdad,
 no creo que lo merezcas.

Ya no importa. 
En serio, ya no.

Puedo vivir sin el temblor de piernas,
sin esas pequeñas cosas que existían solo
porque yo las inventaba.

Pequeñas imperfecciones excesivamente maquilladas
que pude ver con nitidez cuando al girar me ofreciste espalda.

Ya no importa. 
En serio, ya no.

Te he visto con la cara lavada.