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20 febrero 2020

Donde estaba él ahora hay un iceberg



Hoy no me ha dolido.

Te he visto, y ese agujero por el que se colaban tus monstruos y 
se escapaban mis mariposas, hoy no se ha abierto.

El hombre que amé ya no existe y tú eres una sombra impostora
ocupando su puesto.

Hoy no me ha dolido y le he amado más que nunca.
A él, que se fue dejándome las noches vacías y oscuras.

Hoy he comprendido que no volverá,
que le perdí en algún rincón oculto de ese cuerpo que tú también ocupas.

No me ha dolido porque el dolor es finito.

Porque nadie merece tanto frío. 
Nadie que haya acariciado tu vientre
como si el centro del universo fuera tu ombligo,
nadie que te haya besado con los ojos cerrados y el alma de par en par,
merece tanto frío.

Nadie que haya ido corriendo y malherido a ocupar tu soledad,
nadie que te haya ofrecido sus alas arrancadas para que tú puedas volar.

Nadie merece tanta frialdad.

Y ha sido en mitad de tu iceberg cuando he descubierto que ya no dolía.

Era una tontería pensar que me dolía el frío, si mi piel ya estaba helada
de compartirse contigo.

Y te he mirado, pero no te he visto.
Porque tú solo eres la cubierta
todo lo bonito que había en ti
se ha desvanecido.



















       Ilustración ABO ( AboK2)

10 febrero 2020

Un mal día



Tengo un mal día.
Uno de esos que piden a gritos dinamita.

No soporto otra presencia y todas mis certezas
están flotando a la deriva.

Tengo un día de esos que llevan un velo gris
de esos en que los huesos te pesan solamente por existir.

Puedes verme,
ver mis piernas bajar y subir las escaleras
pero ya estoy en otra parte.

Soporto el peso de lo roto sobre mis hombros
y me parece un lenguaje desconocido
las palabras que usan los otros.

Tengo un día borroso
y agua salada de sobra
haciendo olas en mis ojos.

Me meto en el silencio 
y cierro por dentro ,
para que nada escape,
para que nada cale
en esta piel en exceso permeable.

Tengo un mal día.
De esos en los que nada arde
suficiente, para calentarte.

Y el mundo está lleno de gente
que para ti no son nadie.

Hoy toca gris.
Empiezo a estar cansada de esta gama
de colores reducida.

Me ha dolido que me llamen por un nombre
que no me corresponde
que se hayan sentido con la fuerza suficiente para cambiarlo.

Me ha vuelto a herir la frialdad.
Ya ves, nada nuevo.

Luego me han herido las suposiciones de
aquellos que ni siquiera me conocen.
Me ha dolido la distancia inabarcable que hay
entre ellos y yo.
Me ha dolido estar tan lejos de estar bien
y esforzarme en parecerlo.

Ya no sé dónde esconderme las miserias.
Ya no puedo ser más imperfecta.

Me pongo negra y pienso que podéis iros todos
a la mierda,
pero aunque no lo sepáis
ya estáis en ella.

Que la verdad me aplasta
y siento la vida entrar por un cuello de botella.

Que en mi oscuridad se os ve la transparencia,
que os movéis porque a cualquier empujón lo llamáis inercia
y estoy cansada, muy cansada, de que una mitad 
arranque lo bello a la otra media.













28 enero 2020

Ver tus hojas caer



Discúlpame por entrar.
Necesitaba decirte que no he entendido nada y que a la fuerza siempre es peor.

Puedo inventar una razón sólida que trascienda a la simple crueldad
y puedo buscar razones que lo soporten todo.

Pero si hubiera sabido que te vería convertido en esto
no te habría dejado usar mi piel como abrigo cuando tenías frío.

¡Qué tristeza ver en lo que te has convertido !

Un agujero negro que devora todo a su paso,
que deja sin luz y sin color el mundo y a los valientes que se acercan.

¡Qué tristeza !

Saber que lo bueno que hubo en ti, luchando por aferrarse a un trozo de carne,
fue devorado por tu alma oscura e insondable.

Si hubiera sabido que te transformarías en esto
me habría marchado al otro lado del mundo, para no verlo.

Qué tristeza ver tus hojas caer,
esa seca y estéril corteza que ningún pájaro quiere usar para anidar.

Esa oscuridad que lo ha arrastrado todo.

Qué tristeza esa sonrisa tan bonita que se ha borrado de tu rostro
y ha dejado en su lugar una continua mueca de amargura,
esa rabia oscura que se escapa por tus poros y lo ensucia todo.

Que tristeza tu fealdad y tus malos modos.

Con lo guapo que eras y lo bonitos que eran tus ojos.
Con lo bien que bailas sin esas piedras sobre tus hombros.


Temía que te enrocarías en esa posición distante
que taparías con fuerza tus rendijas y que pasado el tiempo suficiente
ya no te reconocería.

Creía que era imposible estar más dolida y confundida.
Tonta de mí. Eso creía.
Creía que ya habíamos cruzado la fina línea.

Qué tristeza verse obligado a permanecer, no poder apartar la vista 
e idealizarte, imaginarte una vida en la que seas feliz y no ver a la sombra 
de lo que fuiste contaminarse.

Si hubiera sabido que dentro de ti habitaba este ser
en el que finalmente te has convertido me habría ahorrado 
las lagrimas, el cariño y los suspiros.

Estaría más limpia, mas sana y más entera.
No tendría recuerdos turbios girando en mi cabeza.

Y hoy te miraría con esa dulzura que guardo
para quienes pasaron al otro lado de la barrera
y no con esta misera y honda tristeza.












Pretender entedimiento



Te he pedido ayuda como si supieras lo que es eso,
como si fueras capaz de entender lo que siento o acercarte
siquiera a este lugar inhóspito y desierto.

A veces soy una idiota a la que parece gustarle
chocar contra esa pared para luego lamerse la sangre.

¿ Cómo podrías tú ayudarme ?

Nadie más que yo sería capaz de pedir ayuda para no odiarte.

Me temo que era inevitable, que estos son los pasos
que me llevarán hacia otra parte.

Lejos de ti, lejos del desastre.

Seguramente crees que te la pedí porque soy frágil.

- Para mí no es un problema - te atreves a decir desde tu cumbre,
desde esa pose calmada y distante del que sabe en el fondo
que es mezquino y miserable, 
un cobarde incapaz de preocuparse por nadie.

Después de todo
no has entendido nada.

Cada vez que te veo recuerdo mis tropiezos
como cuando recibes un golpe y cada vez que llueve
los huesos vuelven a dolerte.

Cada vez que te veo hago recuento de desperfectos
y me pareces una sombra del ser que amé
y me duele igual que si hubieses muerto.

A fuerza de oscuridad, te has convertido en alguien 
de perfil desdibujado,
que ya no mira a los ojos y camina siempre cabizbajo.
Con las manos frías y semblante triste.
Un charco en comparación con el océano que fuiste.

¿De dónde has sacado el valor para sentarte frente a lo que has roto
y no mirarlo siquiera a los ojos?

¿Cómo puedes haberle arrebatado toda la magia
al ser más limpio que has conocido y permitir que se siente frente a ti
mientras te miras el ombligo?

¿Quién te ha herido tanto para haberte transformado
en este ser oscuro y sombrío que todo destruye a su paso?

En tu infinita oscuridad
alargando los dedos hasta tocar el infierno
y esta estúpida que te pide ayuda
como si tú supieras lo que es eso.










13 agosto 2019

Reventar los candados





Me pregunto si será más fuerte,
si habrás conseguido que se acostumbre
a los domingos por la mañana,
cada quince días, cuando tocaba.

A comprar el pan para hacerte las tostadas
al espacio infinito y a las pocas palabras.

Si has conseguido que le hagan gracia tus manías
si sabe hacerte el amor de cien maneras distintas
a la exacta misma hora
una vez cada quince días.
Si le habrás explicado ya que eres una bola de nieve
que tienes que recomponerte cada vez que algo te mueve.

Me pregunto si te querrá del mismo modo
si sabrá marcharse cuando tengas otras cosas más importantes.

Si querrá desnudarte cuando descubra tus capas
si será capaz de reírse cuando le hables de egoísmo
si cuando cubre tu piel con la suya
serás capaz de sentir lo mismo.

Me pregunto
si le habrás explicado con claridad cual es su lugar
todas las cosas que van antes de ella
y las pocas e intrascendentes que van detrás.

Que no vas a cambiar.
Que no puedes sentir.
Que a veces te asustas
y quieres huir.

Que no sabes salir despacito y con cuidado.
Que aprenda a interpretar el silencio
a guardarse las ganas
o a reventar los candados.







12 junio 2018

No volveré a sentarme frente a ti


No volveré a sentarme frente a ti
con esa destructiva sensación 
de que merezco toda esa oscuridad 
que estrellas contra mí.

Ya no volveré a sentarme frente a ti.

Últimamente, cada vez que lo hacía, sentía pánico.
Me encogía tanto que a veces tardaba días en recuperar
mi tamaño.

Me sentaba y pasados unos minutos, cuando la fuerza ya no soportaba,
se me abría un agujero inmenso en las entrañas
y todo escapaba por él.

Ya no volveré a sentarme frente a ti,
fingiendo que soy un espejo
que has lanzado una piedra
y yo recojo los trozos en silencio.

Ahora sé que no lo merezco.

Que todas las cosas feas en las que me he convertido
son producto de tu reflejo.

No me sentaré frente a ti
a contribuir con tu guión estructurado
puedo ser tu enemigo
pero no seré un extraño.

Tendrás que aprender a digerir tu rabia,
contra mí no volverás a estrellarla.

Seré tu enemigo
o tu contrincante
antes de ser nada.

No volveré a sentarme frente a ti
para que me destroces el alma.

Tendrás que coger tu odio y hacer con él 
una bola inmensa y tragarla
porque ya no,
contra mí no vas a estrellarla.










09 agosto 2017

11 de febrero



Nadie merece tanto, tanto amor, tanto empeño, tanto pecho al descubierto.
Nadie merece tan poco, tanto silencio, tanto daño, tanto egoísmo enmascarado.

Sí, eso es lo que quiero.
Que en esta onda expansiva se separen nuestros trayectos.

Eso es lo que quiero.
Que mis alas tengan plumas de nuevo.

Que no siembren de miedo mis deseos.

- Si eso es lo que quieres - respondes con un tono que se ha quedado a medias
entre el orgullo malherido y la indiferencia.

Como si alguna vez lo que yo quiero hubiese sido importante.
Como si no te hubieras comportado todo el tiempo de una forma burda, egoísta y cortante.

Tú que pones tus antojos siempre por delante.

Te he pedido que no vuelvas,
ha sido el dolor proporcionándome fuerza.

- Vale, pero tampoco vuelvas tú-

Idiota. Yo nunca me he ido,
por eso era imposible que pudiese regresar.

Ahora sí. Ahora me voy,
si me haces otra herida no sabré quién soy.

Sí.
Eso es lo que quiero.

No dejar ninguna grieta por la que puedas pasar.
No alimentar la esperanza de que algo pueda cambiar.

No volver a pisar ese charco que se ha formado
de tanto llorar.

Quiero que esta valentía compense los agujeros
permanecer inmóvil ante los envites de tu viento,
no contar las veces, ni la intensidad ni el tiempo.

Sí.
Que dejes de apagar las colillas en el centro de mi pecho
mi amor y mis costillas no son tu cenicero.
Idiota.
Eso es lo que quiero.










02 mayo 2017

Ruido



Detesto el ruido del tráfico por las mañanas,
también el ruido que provocan los golpes y los gritos.

El de la multitud hablando de cosas sin sentido.
El ruido de un corazón cuando se rompe,
el ruido de la lógica hablándote cuando tú solo quieres sentir.

Y detesto el ruido en el que tu voz se ha convertido.

Los suspiros.
Tus pisadas acercándose a mi espalda,
las canciones que escuchaba contigo,
todo convertido en ruido.

El maldito teléfono que tanto esperaba que sonara,
el timbre de tu casa, las excusas y cada una de las palabras
duelen como agujas clavadas en mis oídos
desde que todo se ha vuelto ruido.

Los buenos días protocolarios y estrictos.
Hasta el silencio que expulsas se ha vuelto ruido.

Las conversaciones huecas.
La contención y la mesura.

Las buenas intenciones ,
las promesas, los besos en el cuello
que preceden a un cuerpo desvestido,
todo convertido en ruido.

Tu risa rebotando en mis paredes,
tus besos estrellados en mis labios,
un ruido demasiado alto.

Ahora dices cosas que no tienen contenido
y sigo detestando el ruido
en que tu voz se ha convertido.










10 enero 2017

Un instante de paz



Desde que apareciste en mi vida
ya no tuve un minuto de paz
pero tú, descarado, me hablabas de suelos inestables
y de lugares sin espacio.

Con la osadía del imprudente
o el hambre del egoísta
te ibas y volvías 
llenando y vaciando mi mundo 
constantemente.

Tú me hablabas de entenderse 
 y yo te creía porque quería creerte.
Me hablabas de franqueza y de claridad
desde la espesura más profunda.
Yo sonreía porque te quería
y me había acostumbrado a nadar en tus dudas.

No doler, como promesa y antecedente
porque no supiste decir que tú dueles siempre.

Desde que te conocí
fui perdiendo progresivamente
las cosas buenas que me quedaban,
la luz que aún podía encender 
hasta en las noches más cerradas.

Me rompiste el alma.

Y era yo quien buscaba curarte.

Me hablabas de pieles al sol
y de arenas mojadas
mientras me arrancaba trozos de hielo
de las escamas.

Desde que apareciste en mi vida
ya no tuve un instante de paz
y tú me hablabas de nieve cayendo
en tu reducida bola de cristal,
tu maldita nieve la levantaban
mis enormes alas al volar.

Desde que sembraste oscuras semillas
en el interior de mi centro existencial
el dolor me utilizó de refugio
y ya no tuve un minuto de paz.









21 noviembre 2016

Dejar herida con un roce



Esas personas que dejaban la huella equivocada
y en vez de caricias te dejan la marca de la pisada.

Esas personas que te dejan herida cuando te rozan.

Esas personas rotas
que para no estar solas
rompen a otras.

Esas personas que le quemaban las alas a las moscas
porque ellos no sabían volar.

Esas personas que no aman nada
porque no saben lo que es amar
y luego odian tu idealismo y lo embalsaman en realidad.

Y te rompen en trozos
y vuelven al rato por si quedaron pedazos
que aún se puedan pisar.

Esas personas que te arrastran 
y te empujan a sus demonios,
que dejan la huella equivocada
y se aseguran hundiendo el dedo
de que jamas puedas borrarla.

Esas personas que no saben que son malas
sencillamente porque no sienten nada.

Esas que te hacen frágil
porque parece que están ahí
pero siempre están en otra parte.

Esas personas que se quedan en tu vida mientras
lo necesitan
y luego cuando se aburren ya no te conocen
esas personas
que dejan herida con un roce.











27 mayo 2016

Lo que debes



Cogerme fuerte de la mano porque has notado
que tengo miedo.

Dejar que te abrace tan fuerte
que se unan las piezas que llevas sueltas.

Despertarme a besos una mañana
deseando que haya otras cuantas.

Decir lo que sientes en alto
arriesgándote a perderme.

Salir corriendo a buscarme
porque no has tenido suficiente.

Pasear por las calles y no esconderte cuando llueve
quitarse la coraza por partes y no esconderte cuando duele.

Decir adiós con valentía a quien un día te hizo fuerte.

Recoger los trozos de lo que has roto
y depositarlos con cuidado
por si algún otro quiere juntarlos,
no soplar sobre ellos hasta desperdigarlos.

Soportar valientemente el daño causado
cuando vuelve.

Que los demás te hagan de escudo cuando el viento sopla fuerte.

Todas esas cosas
siento que me debes.