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10 febrero 2020

Un mal día



Tengo un mal día.
Uno de esos que piden a gritos dinamita.

No soporto otra presencia y todas mis certezas
están flotando a la deriva.

Tengo un día de esos que llevan un velo gris
de esos en que los huesos te pesan solamente por existir.

Puedes verme,
ver mis piernas bajar y subir las escaleras
pero ya estoy en otra parte.

Soporto el peso de lo roto sobre mis hombros
y me parece un lenguaje desconocido
las palabras que usan los otros.

Tengo un día borroso
y agua salada de sobra
haciendo olas en mis ojos.

Me meto en el silencio 
y cierro por dentro ,
para que nada escape,
para que nada cale
en esta piel en exceso permeable.

Tengo un mal día.
De esos en los que nada arde
suficiente, para calentarte.

Y el mundo está lleno de gente
que para ti no son nadie.

Hoy toca gris.
Empiezo a estar cansada de esta gama
de colores reducida.

Me ha dolido que me llamen por un nombre
que no me corresponde
que se hayan sentido con la fuerza suficiente para cambiarlo.

Me ha vuelto a herir la frialdad.
Ya ves, nada nuevo.

Luego me han herido las suposiciones de
aquellos que ni siquiera me conocen.
Me ha dolido la distancia inabarcable que hay
entre ellos y yo.
Me ha dolido estar tan lejos de estar bien
y esforzarme en parecerlo.

Ya no sé dónde esconderme las miserias.
Ya no puedo ser más imperfecta.

Me pongo negra y pienso que podéis iros todos
a la mierda,
pero aunque no lo sepáis
ya estáis en ella.

Que la verdad me aplasta
y siento la vida entrar por un cuello de botella.

Que en mi oscuridad se os ve la transparencia,
que os movéis porque a cualquier empujón lo llamáis inercia
y estoy cansada, muy cansada, de que una mitad 
arranque lo bello a la otra media.













Las razones por las que he llorado.


Esta tristeza insoluble, escondida en los pliegues de mi sonrisa,
te ha dicho adiós sonriendo porque no conoce otra forma de hacerlo.

Luego, mientras me duchaba, intentando que el agua se mezclara con las lágrimas,
por primera vez he querido comprender por qué lloraba.

No te he perdido, siempre estarás conmigo.
Porque eso es algo que yo he elegido.

He llorado por hacerme prescindible.
Por las cosas simples y cotidianas que ya no viviremos
por los compartimentos estancos que se han creado
en lo recóndito de mi alma.

No conseguí compartir contigo mis locuras.
No conseguí que supieras quien soy
ni siquiera logré disiparte la bruma.

Lloré
por no volver a recoger la ropa esparcida por el suelo
por no haber dicho adiós a tiempo y por haberme conformado
con un simple hasta luegoporque cuando he podido asimilarlo, 
ya había demasiadas cosas que se habían venido a menos.

He llorado por lo cerrado de tus accesos
por no recorrer de nuevo el trayecto de tus venas
por la forma en que leo lo que piensas
por esos ojos que cambiaron la rotación de mi mundo 
haciéndolo inhabitable.

Por no poder comprenderte o por entenderte demasiado.

Ya vivía preparada para un momento como este,
teníamos el final vaticinado desde aquella primera vez 
en que pisé tu suelo mojado.

He llorado por no preocuparme por mí tanto como lo hice por ti,
he llorado por lo innecesario que fue el dolor causado, 
el miedo y la cobardía que han logrado transformarnos.

He llorado por la impotencia de encontrar una pared de frente,
allí donde mi alma pedía un confidente.

He llorado por tus borrones y tus cuentas nuevas
por lo rotundo y pesado de tus puertas
por no poder huir a un lugar donde nunca más me veas.

Por esa oscura nube que ahora siempre te acompaña
por no haberte dejado nada bueno en las entrañas
por todos los ayeres posibles
que ya nunca serán mañana.

Por esas cosas que no pude comprender
por permanecer impasible a un dolor que te vino de frente,
por cambiarme, por romperme,

por tener como única opción dejar de quererte.

Por fingir ser más fuerte de lo que era
mientras la vida se me hacía mil pedazos
por la ausencia irreparable que has dejado
por todas esas razones he llorado.












28 enero 2020

El último intento


Con una copa en la mano me he sentado a hablar contigo.

Una conversación necesaria llena de preguntas tangibles
y de respuestas proyectadas.

Creí que te habías marchado pero para irse es necesario haber estado.

Me he sentado y  he recorrido cada uno de los surcos que has creado,
te he preguntado qué sientes y un silencio me ha bastado.

Te he visto frío, taciturno y enfadado
dando golpes sin sentido a quien pretende estar a tu lado.

Te he besado despacio, con los ojos cerrados
saboreando la amargura que siempre estás alimentando.

No encontré felicidad en ninguno de mis huecos,
comencé a sentirme insignificante y a filtrarme por ellos.

He comprendido la diferencia.

Ya nunca será de la manera en que era antes.
Me han faltado las caricias,
tus manos no buscaban erizar mis venas,
en lo profundo de la garganta me supo a pena.

No besabas mis ganas con el empeño que acostumbrabas.
Tus entrañas parecían doloridas y cansadas.

Querías repetirlo todo, pero ahora desde el lugar correcto
a mí me dolía el mundo ya en el primer intento.

Entre los dos conseguimos alimentar tu ego,
programar los instantes y dejar lo importante para luego.

Estallaron en mi túnel todos los espejos
cuando al mirarte comprendí
lo iguales que son nuestros reflejos.

Cuando todos los velos que mi deseo ponía
al fin se han caído
he podido ver con claridad
que tú nunca me has querido.

Ni me quiero yo cuando estoy contigo.

Jamás imaginarás la tristeza con que lo digo.

Conformarme con lo que te sobra,
vaciarme para enseñarte a llenarte,
cambiar de forma y amoldarme
aceptar la devastación que llevas contigo a todas partes.

Eso he visto cuando me ha dado por mirarme.

Estoy cansada,
ya solo quiero que no me duelas.

He replegado las velas porque
todos los mares me parecen iguales.

Es tan importante estar como saber cuando marcharse.

Ya no me queda nada que ofrecerte
tú ya no tienes disfraces ni corazas que ponerte.

Le digo adiós a la sombra
que me has dejado por dentro
no creí poder empeorar lo que ya era imperfecto
pero nos quedaban trozos íntegros que romper
en este último intento.













Desencanto



Le he contado a una pared lo que hubiese querido contarte a ti
de haber tenido fuerza.

He venido a ser sincera.

Te mentí cuando te dije que así bastaba.

Lamento haber fingido ser alguien distinto
para que no tuvieses miedo.
Lamento el conformismo.

Me siento miserable cuando recojo las migajas
que compensan mi mentira.
La cobardía ha sido mía.

He venido a ser sincera.

He tenido tantas sensaciones encontradas,
he albergado tanta pena mal justificada.
He creído y recaído tantas veces
cuestionando y aprendiendo que facetas te mereces.

Ha llegado el desencanto,
en realidad me senté aquí a esperarlo.

He notado el cambio y he jugado
a buscar las diferencias.

Te faltan caricias, te sobran fronteras.
Me faltan costumbres, me sobra impaciencia.

Te faltan susurros , te sobra la inercia.
Me falta dureza , me sobra la lengua.

Y he sabido que ya no hay lugares mejores
que aquellos en que estuvimos.
Que solo podemos decir adiós o destruirnos.

Elijo decirte adiós sin estrepitosos ruidos
con la sinceridad que te debo y el espacio prometido.

Siento que no seamos.
Gracias por haber sido.















Entre humos

Aún no me puedo creer,
la forma en que te equivocas
pensando que lo haces bien.

¿Qué querías contarme?
¿En qué pozo oscuro toca estancarse?
¿ Por qué necesitas que yo sepa de tu vida?
Ni siquiera para hablarme has reunido valentía.





Recojo los pedazos de tu conversación,
habitualmente vacía,
tan vestida y encubierta que parece de mentira.

Tu cortesía cotidiana
se ha encontrado a mi desgana.
Conmigo así no se habla.

Ya no sé leer entre líneas, como solía
ya solo me entran por los ojos evidencias,
no me gusta golpearle a mi conciencia,
ni dejarme cosas rotas por la vida.

Te evaporas lentamente entre tus humos
porque a cada rato empeoras mi recuerdo,
No querría verlo arrastrado por el suelo.
Prefiero reservarme algún segundo.

Ojalá pudiésemos ser normales,
así, como el resto del mundo.

Ya solo veo una sombra desdibujada,
que en los días buenos
genera escalofríos en mi espalada.
Pero no has cambiado nada.

Si no aprendes de la guerra en mitad de una batalla,
¿ Cómo puedo hablarte de las que llevo yo ganadas?
¿ Qué querías decirme realmente?
¿ Qué retorcidas estrategias se pasean por tu mente?

Créeme cuando te digo que yo siento diferente.

Que las cosas que te escondes,
se me muestran evidentes.

Si quieres algo,
o esperas algo,
sé valiente.

Ven a pedirlo,
soy buena gente,
pero si lo haces,
          por favor,

que sea sinceramente.












La valentía y la locura



La valentía y la locura están separadas por una línea tan fina
que es casi imposible saber cuando la cruzas.

A veces es difícil saber cuándo debes parar,
cuándo algo ya no tiene sentido,
cuándo estás más centrado en la trayectoria que en el objetivo.

Cuándo esos actos de sacrificio se acercan demasiado a la estupidez
y tú los sigues vistiendo de valentía.

Hoy me he sentado a hablar con alguien más fuerte y más sensato que yo.

Ha sido a medida que deshacía su ovillo que he visto el nudo enorme
que hay en el mío.

Ha sido a medida que me ha contado su impulso para salir corriendo
cuando he comprendido que llevo aquí demasiado tiempo.


Conforme relataba el material con el cual construye su coraza
he asimilado lo mucho que a la mía le falta.
Era estupidez ir desnuda a sus trincheras
y pretender que no me hiriera nada.

Me consideraba valiente
pero la valentía es marcharse.


Me he sentado a charlar con alguien más fuerte que yo,
alguien capaz de definir los límites y borrar las difusas líneas que no podrá cruzar.

Me he sentido débil por pisar continuamente esa línea que ya ni siquiera está.
Una línea que se borró de tanto pisarla.

Yo acariciaba su nombre
y disculpaba sin excusas sus errores
porque nunca soporté el sonido brusco de una puerta
cerrándose de golpe.

La valentía y la locura se han mezclado y ya no sé distinguirlas.
Valentía fue quedarme cuando no lo merecías
locura fue decir adiós en el instante preciso
en el que más te quería.







16 octubre 2018

Cuando pude respirarte



Lo bueno también se queda,
lo conservo por si algún día
mi piel ya no lo recuerda.

Nadie canta en portugués como tú,
nadie canta Ja sei namorar con tanto brillo en los ojos
mientras a través de las heridas se ve la oscuridad.

Me llevo la imagen de tu cuerpo desnudo bailando
como si no hubiera nadie,
la noche perfecta en que me hiciste aire
pero fui yo quien pudo respirarte.

Otro día en que todas las horas nos parecieron pocas,
acabamos viendo documentales
porque tú no sabías pedir que me quedara
y yo no quería marcharme.

La primera vez que dormí contigo
y querías abrazarme,
entonces eras valiente y yo solo una cobarde.

La primera vez que lloré contigo
y como estabas perdido solo tuviste la ocurrencia
de ofrecerme chocolate.

El placer y la belleza que para mí
han sido amarte.

Me llevo todos esos recuerdos, que he protegido con empeño del desastre,
para usarlos de costura cuando piense en ti más de la cuenta
y no me quede un lugar para la duda.

Lo bueno también se queda
lo retengo en mi memoria
por si algún día mi piel no lo recuerda.










06 noviembre 2017

26 minutos



Le he dado argumentos de sobra a este corazón idiota
para que aprenda a cerrarse y a descargar de vez en cuando
el peso que almacena.

Me ha salido terco, errático y difuso.
Roto, enrevesado y lleno de nudos.

En lo que dura un café me aprieto las costuras.
Solo 26 minutos para despejar las dudas.

Para saber si te ha quedado en el fondo del vaso un poso de dulzura.
Si hay unas nuevas manos que te acaricien la nuca.
Si cuando dijimos adiós, significaba nunca.

Las horas invertidas en dolernos me han parecido demasiadas,
todo ese tiempo malgastado que podríamos haber usado 
batiendo las alas.


Te ha sido tan fácil que a veces creo que yo leía otro cuento.
Te sacudiste el polvo tan deprisa, mientras  yo estaba aún  
escapando de puntillas.
Te costó tan poco prescindir de aquello a lo que yo llamaba todo.


He tenido en mi cabeza cien conversaciones contigo
todas terminaban en desastre, excepto dos, que acababan en rotura.

No tener la posibilidad de una respuesta
esa es quizá la forma perfecta en la que hacer estallar mi cabeza.

Y entro en ese bucle infinito de razonamiento
en el que imagino excusas, verdades y argumentos
una ecuación de posibilidades inabarcables mantenidas por tu silencio.

Tiene que darme igual.  Lo sé.  Eso dice la lógica.
Que eres frío y calculador, y yo una loca.

Tu practicidad y tu estoicismo son un insulto para mi forma de sentir.

Borrón y cuenta nueva.
Parece sencillo cuando lo dices tú.

Pero yo no sé dónde tachar.
¿Había alguna cuenta a la que reemplazar?

Al otro lado de la línea
con la oreja pegada a un teléfono que no tiene a nadie al otro lado.

Asumiendo que la simplicidad de tus palabras no concuerda
con el desastre acontecido en mi interior.

Borrón y cuenta nueva.
Así de sencillo suena cuando escapa de tu boca.

Esa era la explicación que me torturaba.
Ahora tengo miedo de rozarte por si algo se descoloca.

Como si hubiésemos alcanzado el equilibrio
en menos de media hora.

Hablar contigo despeja mis sombras, 
mientras oigo tu voz parece que todo puede arreglarse.
Me siento fuerte para sanar a carne viva.

26 minutos de conversación que han empezado en roca
y han acabado en deriva.

No seré más fuerte por callarme que te echo de menos,
no seré más fuerte diciendo que te odio y sabiendo que estoy
mintiéndome.

Te llevaré conmigo en el interior del volcán
donde hiciste nido,
ahora que sé que de verdad te has ido.






14 julio 2017

Si se cuela la magia

Ya no me llamas princesa.

Dejé de serlo en algún paseo entre el primer beso
y este vano intento de remendarnos.
Ahora todo es más pragmático, más prosaico.

He notado que nos faltan pasos
entre fumar en la cocina y empujarnos hasta el cuarto.

Pero las princesas crecen
y se convierten en mujeres.

Soy complicada para tanto razonar,
a veces no comprendes lo que me cuesta contenerme.

Sujeto mi ternura con la fuerza de un titan.
Imagino mis dedos paseando lentos por tu cuerpo,
pero aprieto fuerte los dientes y te cuento
datos empíricos que calmen tus miedos.

-Me estrellé en el despegue-
me dices dulcemente,
reconociendo torpemente
tu incapacidad para volar.

Y entonces yo,
aterrizo contigo,
pisamos suelo firme
porque no sabes andar
sobre otra superficie.

Lograste la estrategia perfecta para nunca involucrarse.

Haces bien en amarrarnos a este suelo,
haces bien en ahorrarte las caricias
haces bien en saltar de la cama para que la fragilidad
no nos pille desprevenidos.
Haces bien en cubrirlo todo con esa inmensa pantalla,
porque imagina qué pasaría
si un día bajaras la guardia y aprovechando el momento
se colara la magia.








    

05 julio 2017

Arder a fuego lento


Hay mujeres que son como un incendio,
yo, siempre que ardo, lo hago a fuego lento.

Todas las tormentas van conmigo,
si deciden marcharse, nada cambia, yo las sigo.
Me siento a oscuras en la cama
y te leo las líneas del destino.

Me han forjado mucho más las cosas que se han ido,
espero que seas fuerte si decides quedarte conmigo,
porque tengo taras repartidas por la superficie de mi yo,
porque intento ser mejor, pero casi nunca lo consigo.

Todos los días hay rescoldos en el centro de mi ombligo,
laberintos enredados de palabras sin sentido
no me gustan las cadenas, las etiquetas ni los gritos.

Cuando todos van corriendo, yo camino despacito
ante la falta de imaginación me transformo en laberinto
y si estas en un extremo te ejerzo de equilibrio.

Dentro de mi cuerpo habita algo oscuro,
un instinto irracional, salvaje y profundo.
A veces se lleva mi esencia y deja mi cuerpo en este mundo.

Yo no sé beber a sorbos ni digerir lo que hubo.
Mi cabeza funciona a mil revoluciones por segundo.
Veo tus gestos, los interpreto y reordeno los sentimientos.
Sin mover un músculo.
En completo silencio.

Soy de esas mujeres que hacen todo diferente,
que complican lo que tocan y mueren en lo evidente,
que tropiezan en la luz y en la oscuridad no se detienen
avanzo más deprisa si me quitas las paredes.

Si buscas algo sencillo y correcto
me voy despidiendo
porque yo cuando ardo

lo hago a fuego lento.














01 abril 2017

Eras lo que eras, aunque yo no lo viera



Siempre me pregunté por qué los demás veían tu oscuridad
y yo no podía verla.

¿Por qué parecía que yo veía a una persona distinta?

Las respuestas llegan, tarde o temprano,
pero me llegaron tarde, cuando ya me había ensuciado las manos.
Eras lo que eras, y yo te había inventado.

Yo te di la luz que disipo las sombras,
puse contenido a tus vacíos y alimenté tus sobras.

Colgué adornos en tus púas
y creí la historia que me contaba sola.

El resto, desde fuera, tenían mejor perspectiva
mientras yo cosía y cosía la red, para la inevitable caída.

Eras la evidencia que veían,
y yo paseaba tranquila con mi venda 
por el filo de tus aristas.

Eras lo que eras y yo en el fondo lo sabía.

Me obligaste a reconocer que estaban en lo cierto,
que las mariposas no aguantan vivas 
en el interior de tu cuerpo
porque necesitan aire para volar 
y no hay de eso en tus infiernos.

Que romperías los huesos de las manos 
que te acariciaron
que harías profundos agujeros en los ojos 
que con más amor te miraron,
que sembrarías odio y rabia en alguien 
que nunca supo a que sabían esas cosas.

Eras lo que eras
y tuve que arrepentirme
construir una piel nueva
impermeable y resistente
llenarme de lastre para 
que no me arrastre la corriente.

Aprieto con fuerza los puños
y cuento los segundos,
del uno al diez lentamente
para evitar el fin del mundo.

Me han crecido monstruos
mucho más grandes que los tuyos.
Estoy batallando tanto que ahora son gritos
lo que fueron susurros.


Un minuto frente a ti y ya no estabas,
lo que queda es otro que no se te parece en nada.

Hoy al mirarte he comprendido
que usé tu presencia pero inventé el contenido.

Puse cosas allí donde solo había vacío
y yo lo que de verdad amaba 
eran las cualidades que te inventaba.





21 marzo 2017

Estar a salvo



Estés dónde estés
quiero que sepas que si volvemos a encontrarnos
en esta vida o en otra,
con esta piel o con otra,
volveré a quererte como aquella vez.

Fuiste un parpadeo
y yo me quedé enamorada del monstruo 
que te albergaba.

Te fuiste y me dejaste con él.

Te quise tanto,
con esa fragilidad que asomaba
a través de las grietas.

Te quise tanto
que no supe ver
cuando ya no estabas.

Estés dónde estés
fuiste real por un instante.

Si hubieses visto cómo me quedé,
allí, en aquel pozo oscuro, esperando volverte a ver.

Te cubrí de piel
porque a veces amamos con los ojos
y me valían sus labios
y me valían sus manos
pero tú ya no estabas.

Lloraba a solas
porque a él mis lágrimas le estorbaban.

Y recordé la forma en que tú me abrazabas
para frenarlas.

Ese monstruo que habitabas
nos mató a los dos
y ahora yo le veo cada día.

Me repito que esos ojos no son los tuyos
que parecían iguales pero miraban de otra forma.
Que esa boca no es la tuya
que parece igual pero está muda.

Estés dónde estés
si algún día volvemos a encontrarnos
te amaré con la misma fuerza que te guardo,
aquí, en el cajón de la memoria
dónde estaremos a salvo.