01 abril 2017

Eras lo que eras, aunque yo no lo viera



Siempre me pregunté por qué los demás veían tu oscuridad
y yo no podía verla.

¿Por qué parecía que yo veía a una persona distinta?

Las respuestas llegan, tarde o temprano,
pero me llegaron tarde, cuando ya me había ensuciado las manos.
Eras lo que eras, y yo te había inventado.

Yo te di la luz que disipo las sombras,
puse contenido a tus vacíos y alimenté tus sobras.

Colgué adornos en tus púas
y creí la historia que me contaba sola.

El resto, desde fuera, tenían mejor perspectiva
mientras yo cosía y cosía la red, para la inevitable caída.

Eras la evidencia que veían,
y yo paseaba tranquila con mi venda 
por el filo de tus aristas.

Eras lo que eras y yo en el fondo lo sabía.

Me obligaste a reconocer que estaban en lo cierto,
que las mariposas no aguantan vivas 
en el interior de tu cuerpo
porque necesitan aire para volar 
y no hay de eso en tus infiernos.

Que romperías los huesos de las manos 
que te acariciaron
que harías profundos agujeros en los ojos 
que con más amor te miraron,
que sembrarías odio y rabia en alguien 
que nunca supo a que sabían esas cosas.

Eras lo que eras
y tuve que arrepentirme
construir una piel nueva
impermeable y resistente
llenarme de lastre para 
que no me arrastre la corriente.

Aprieto con fuerza los puños
y cuento los segundos,
del uno al diez lentamente
para evitar el fin del mundo.

Me han crecido monstruos
mucho más grandes que los tuyos.
Estoy batallando tanto que ahora son gritos
lo que fueron susurros.


Un minuto frente a ti y ya no estabas,
lo que queda es otro que no se te parece en nada.

Hoy al mirarte he comprendido
que usé tu presencia pero inventé el contenido.

Puse cosas allí donde solo había vacío
y yo lo que de verdad amaba 
eran las cualidades que te inventaba.