05 julio 2017

Arder a fuego lento


Hay mujeres que son como un incendio,
yo, siempre que ardo, lo hago a fuego lento.

Todas las tormentas van conmigo,
si deciden marcharse, nada cambia, yo las sigo.
Me siento a oscuras en la cama
y te leo las líneas del destino.

Me han forjado mucho más las cosas que se han ido,
espero que seas fuerte si decides quedarte conmigo,
porque tengo taras repartidas por la superficie de mi yo,
porque intento ser mejor, pero casi nunca lo consigo.

Todos los días hay rescoldos en el centro de mi ombligo,
laberintos enredados de palabras sin sentido
no me gustan las cadenas, las etiquetas ni los gritos.

Cuando todos van corriendo, yo camino despacito
ante la falta de imaginación me transformo en laberinto
y si estas en un extremo te ejerzo de equilibrio.

Dentro de mi cuerpo habita algo oscuro,
un instinto irracional, salvaje y profundo.
A veces se lleva mi esencia y deja mi cuerpo en este mundo.

Yo no sé beber a sorbos ni digerir lo que hubo.
Mi cabeza funciona a mil revoluciones por segundo.
Veo tus gestos, los interpreto y reordeno los sentimientos.
Sin mover un músculo.
En completo silencio.

Soy de esas mujeres que hacen todo diferente,
que complican lo que tocan y mueren en lo evidente,
que tropiezan en la luz y en la oscuridad no se detienen
avanzo más deprisa si me quitas las paredes.

Si buscas algo sencillo y correcto
me voy despidiendo
porque yo cuando ardo

lo hago a fuego lento.