Quizá he dedicado demasiado tiempo a las telarañas
que cubren mis ventanas.
He mirado a través de ellas hasta no ver nada.
Me he convertido en la sombra
de la que huía desesperada
pero no hay forma de escapar
si son barrotes las entrañas.
Me parto en cien mil pedazos
para encontrar la forma adecuada
cuando no eres la pieza correcta
nada te encaja.
Supongo que daba saltos
y lo llamaba batir las alas
hasta que una pared me derribó
y el aire se hizo agua.
Quizá no he sabido limpiar a tiempo mis ventanas
cansada de que cualquiera que llegaba, las ensuciaba.
De una forma inevitable
le cogí cariño a mis telarañas.