Hace unos días leí la historia de Turia y Michael.
Turia Pitt corría una maratón solidaria en Australia cuando un incendio forestal le produjo quemaduras en el 65% de su cuerpo. Pasó casi 3 años de su vida ingresada en un hospital y se vio obligada a someterse a más de 100 operaciones.
Ese terrible accidente ocurrió en 2011. Supe de Turia hace unos días por una razón diferente...
Michael, su novio de siempre, el que ha permanecido junto a ella todos estos años, le pidió matrimonio.
Las redes sociales hicieron girar en bucle continuo esa información hasta que se convirtió en viral.
¿ Por qué?
¿ Qué tenía de particular esa noticia?
Lo que habita detrás de esa difusión es que a la gente le conmovió que Michael quisiera casarse con ella. Porque ella ahora reside en una piel diferente.
Si gustáis podéis buscar las fotos. No voy a poner la del antes ni las del después.
Era una mujer realmente guapa antes de aquel accidente y lo es ahora, para quien sabe mirar.
Lo que ha trascendido de esta historia no es tanto la lucha de una persona por vivir, ni el amor incondicional de quien permaneció a su lado, como la simple obviedad de que Michael es guapo.
Mientras leía recordaba que en este mundo residen muchas más personas preocupadas por la fachada que aquellas dedicadas a cuidar el interior.
Me cabreo, a veces, porque siento que hay tantas cosas huecas rondando por aquí.
Luego mi razón me dice que siempre existirán lobos y corderos.
No supe en aquel momento describir qué era lo que me hacía sentir tan enfadada.
¿ La superficialidad? ¿La tendencia natural a huir del dolor? ¿Mi incomodidad al mirar? ...
Hoy Roy Galán, artífice de palabras maravillosas, ha puesto voz a mis pensamientos con un texto maravilloso que comparto con vosotros.
Dice todo aquello en lo que la mayoría no ha caído, algo muy importante acerca de quienes somos y cual es nuestra corteza.
Roy Galán
@RevolutionRoy
Turia, la mujer que supo cómo quedarse.
La piel es el mayor órgano del cuerpo humano.
Protege al organismo y funciona como sistema de comunicación con el entorno.
No tiene ninguna otra función.
La piel, simplemente la habitas.
Y registra sensaciones en nuestro cerebro.
Tacto, frío, presión o calor.
Turia tenía 29 años, belleza, un novio, Michael, y participaba en una maratón solidaria en su Australia natal cuando, en un instante, el incendio, fuego, el 65 % de su cuerpo quemado, más de ochocientos días hospitalizada y cien operaciones como cien años de soledad.
Uno, normalmente, no elige el horror.
El horror sucede, sin más.
Lo que uno sí elige es convertirse en víctima del suceso, o no.
Pensamos que se nos iba.
Se nos va, así en plural.
Con toda la gente que quiere que te quedes, Turia.
Por eso dices que eres la chica más afortunada del mundo.
Porque te has quedado, porque, a pesar de todo, sigues viva.
Si Turia no se ha cubierto en vida es porque quedó el amor.
Se quedó Michael, con ella, también.
¿En qué es en lo primero que te fijas de una chica?
En la cara y en el culo, dice Cristiano mientras escupe al suelo.
¿Y si te arrugas, engordas, te amputan, te quemas, te desfiguras o te rompes como la rama de una higuera?
¿No sigues siendo tú?
Sí.
Pero hay personas que te confunden con tu representación física en el mundo.
El amor con la fisicidad.
Y por eso se van cuando lo aparente, cambia.
Michael sabe que Turia sigue siendo ella.
En la emoción del cine nocturno, en los gemidos, en el aliento, en los ojos, en la risa, en sus habituales despistes, en la forma de decir su nombre.
Sin amor solo serás capaz de ver al monstruo que potencialmente todos podemos llegar a ser.
Con amor los espejos se han de llenar de polvo.
Todos podemos quebrarnos y convertirnos en la bestia.
Dejar de ser hermosos para que el resto se desvele.
Hoy, más que nunca, sé que el amor no es química.
Que el amor no es "te tiene que entrar por los ojos".
Que el amor es otra cosa.
El amor es celebrar la vida, quedándote.
Y hasta que la vida nos separe.
Abrazar otra piel será siempre posible.