30 julio 2018

Podemos elegir



Siempre se puede elegir.

Dicen que hasta en los momentos en que el ser humano se encuentra más privado 
de su libertad, siempre tiene una elección que puede tomar.

Podemos elegir en qué creer.
Qué pensar.
Es a raíz de esas elecciones cuando comprendes que las culpas casi siempre son 
compartidas.

Elegí confiar, con heridas recientes.
Elegí permanecer cuando esa ya no era una buena decisión.
Elegí volver aún sabiendo que ese ya no podía ser mi sitio.

Elegí marcharme para que me quedara algo bueno que conservar.

Tú tomaste tus elecciones.
Elegiste esto.

Me construí un cubículo de cuatro paredes que contuvieran el dolor.
Lloré, lloré mucho.
Golpeé mucho también.

Me rompí para volver a poner los trozos en su lugar
y elegí curarme aunque ya no pudiese ser la misma que era antes.

Elegí perdonarte aunque nunca lo pediste
y elegí no devolverte jamás la hostilidad ni el frío que me lanzaste.

Cambiaste cosas importantes, y fue mi elección luchar por no convertirme
en un ser cerrado, inerte y desvencijado.
Elegí luchar hasta entenderlo
elegí rendición cuando llegó el silencio.

Elegí vivir con el dolor, yo que siempre elegí la huida.
Elegí perdonarnos. 
Elegí ser un escudo y no un espejo.
Elegí ofrecerte el reverso de mis manos.

Siempre podremos elegir
con qué quedarnos, 
de que manera describirnos
qué conservar al final de todo
cuando la ausencia sea tan solo un espejismo.


Elijo la risa , las caricias que abrían las puertas
al cataclismo.
Elijo limpiar lo feo.
Elijo verte bonito.