Un monstruo ha ocupado tu piel y no sé si te has dado cuenta,
quizá le dejaste tanto espacio que se
alimentó de ti
hasta llenarlo.
Quizás tu tendencia a la oscuridad
ha conseguido devorarte.
Este patético espectáculo que me obligas a presenciar,
caída libre al precipicio y yo sentada en la grada principal,
ocultándome la cara con las manos para que nadie me vea llorar.
Ahora quiero huir pero no me dejas.
Como si pretendieras obligarme a ver el modo en que el monstruo crece
hasta hacerte desaparecer.
Ya no tengo voz,
ni nada que contarte
ni valor para mirarte
y agacho la cabeza y te muestro el lomo
por si quieres golpearme.
Nada ya puede dolerme.
Me arranqué las fibras que me hacían humana
y ahora soy un ser inerte.
Dentro de ese castillo enorme había pequeñas estrellas
que ya amenazaban con extinguirse
y usé las fuerzas que me quedaban para trepar el muro
y mirar por tus ventanas
ya solo pude ver la oscuridad
que tus demonios propagaban.
No me quedaré este dolor,
conservaré la magia que rocé
la belleza de aquel abismo
que estaba aún por recorrer.
Y te dejo a ti con ese monstruo
que ahora habita en tu piel.