Me gustaría haberte enseñado mis
rincones y esos lugares de mi alma
donde
escondo estrellas a millones.
Me gustaría haber despertado esta
mañana
y sentir el
peso de tu cuerpo ocupando mi cama,
reír juntos de lo loco que anda el
mundo
y verte
caminar por el pasillo, desnudo.
Aquí, en este silencio, tan lejos de
todo, resulta más sencillo
dar
perspectiva a los sentimientos antes de verlos convertidos en heridas.
Siempre esperé demasiado de
ti, sin lógica alguna,
sin
experiencias que respaldaran tanta absurda expectativa.
Había un
brillo en ti que el tiempo ha disipado.
Tal vez
solo fue un destello
y me empeñé
en seguirlo hasta perderlo.
Estoy sola en una casa en mitad
de la montaña y todo parece
pequeño
desde aquí.
El dolor,
la pena y las lágrimas, la fragilidad innata de la naturaleza humana.
En lugares como este uno se
vuelve consciente del sentido
que tiene
vivir sin el ruido llenando los vacíos,
enfrentado a uno mismo, sacando a la
luz lo que llevas escondido.
Aquí en este lugar perdido donde no llega tu ruido,
no he encontrado un solo motivo para
sentir lo que sentí por ti.
Esas
barreras tan altas jamás dejaron pasar la magia,
tus
alambradas atraparon y arrancaron las plumas de mis alas.
Creo que
algún día tendremos una bonita conversación,
en este
loco mundo o en lo profundo de la imaginación,
una
sincera, en la que yo no tenga miedo y tú de verdad quieras escucharme.
Quiero contarte lo doloroso que fue
quererte,
lo difícil
que resultó esconderlo
lo inútil
de mis intentos por descargar tu peso.
Hubo noches
que imaginé lo que seriamos juntos.
La de mañanas que
desperté convencida de que iría allí
donde tú
quisieras llevarme.
Daba igual que fuesen paraísos de humo o los infiernos de Dante.
Podré decirte que te he
querido con más intensidad
de la que
nunca has merecido,
que el camino al desconcierto siempre
comenzó en tu ombligo,
que pensaste que me entendías
y ni siquiera llegaste a aproximarte.
Quisiera decirte que he dejado de quererte y me he enamorado de mí.
De mi valentía y de mi resistencia.
He acariciado esa cuerda floja
por la que he transitado estos últimos
años
y al rozarla me ha quemado las manos.
Te contaré que olvidé cómo volar
y ahora tropiezo todo el rato
Que la realidad se me abalanzó al perderte.
Te contaré todas esas cosas que
guardé
para un momento como este.