Te veo triste.
Tu tristeza se me pega como un chicle.
Y aunque quería iluminar tu oscuridad
no he tenido el valor de sonreírte.
Se nos están amontonando los días tristes
y uno detrás de otro van construyendo una vida
en la que faltan caricias y sobran despedidas.
No hay nada que más desee que dibujarte una sonrisa,
pero he preferido agachar la cabeza porque mi mala elección era cuidarte
volver a ofrecerte mi carne para que arañes.
Me llevo esta explosión que a duras penas he logrado contener
para que no estalle entre nosotros ni nos cubra de metralla la piel.
Te veo triste y fantaseo con retirar cuidadosamente
esas capas de dolor que llevas y que crees impermeables
pero he preferido cerrar los ojos porque mi mala elección era cuidarte.
Fantaseo con abrirte los cerrojos
con visitar tus pozos
con arrancar a besos el dolor de tus ojos.
Pero no tengo la llave
lo que conseguí acumular con los años
son muchos candados.
Nada duele más que verte triste y sentir que hubo un momento
en que torpemente creí poder arreglar tu mundo,
pero yo solo era otra tristeza que no supo cambiarte el rumbo.