Cometí el error de depositar mis partes frágiles
en unas manos temblorosas que no querían sujetarme.
A veces las cosas suceden aunque tú no quieras,
te vas liberando de capas sin darte cuenta
y un día estás desnuda y te preguntas si ya es demasiado tarde.
Aquellos pedazos flotando en el aire
a punto de estrellarse contra el suelo.
No vertí las culpas sobre aquellas manos
que ya tenían suficiente con su carga y solo me quedó
mi piel para volcarlas.
mi piel para volcarlas.
Has vuelto a reordenar las piezas que creías descolocadas,
y yo me he quedado aquí, mirándote, esperando aprender cómo lo haces.
Yo me he quedado aquí, a mil galaxias, sin entender nada,
esperando una razón que pese más de lo que me pesa el alma.
Con este espacio inmenso de por medio ya no me alcanzan las conjeturas.
Es culpa mía o de los dos o solo tuya.
Somos mentira, pedazos y excusas.
Has vuelto a sonreír como si la herida fuera un rasguño que tarda
poco en cicatrizar.
Y yo, con mis puntos de sutura, tirantes e infectados,
he olvidado respirar.
Estoy al otro lado, insignificante y callada, para no molestar.
Intentando reordenar mis piezas
del mismo modo rápido y eficaz pero siempre parece más sencillo
ser el otro.
Has vuelto a tu mundo como si yo fuera la tormenta
que desata el huracán,
tal vez lo sea de tanto lloverme hacia dentro
de tanto nublarme hacía fuera
Y mis piezas rotas por el suelo
no sé como se ordenan.
Para P.