10 diciembre 2016

A la distancia de la luna



Me enamoré de una mujer meditabunda,
distinta y distante
compleja y profunda
me eclipsé con el contorno de sus curvas
y me acostumbré a estar a oscuras.

Los domingos por la mañana 
entre caricias y tostadas
nos repasábamos las costuras.

Entre besos, raíces y cambios de postura
rozábamos levemente la locura.

Me enamoré de las abstractas flores
que crecían en su espesura
y las vistas del mundo cambiaron
columpiado en su cintura.

A veces se encerraba
y yo la miraba asustado
a la distancia de la luna.

Mil razones no bastaban para marcharse
y ella me daba solo una.

La intrínseca matriz de su rotura.

Los jueves paseábamos por un Madrid
que no descansa nunca,
ella propulsada por sus alas
yo enterrado por el peso de mi nuca.

Siempre la miraba hipnotizado
atrapado en el medio del deseo y la ternura,
siempre supe que algún día
se elevaría como la bruma
y que a partir de ahí
ya no valdría ninguna.

Y me vi oscurecer
a la misma distancia que la luna.