Me voy.
Discúlpame si recojo mis cosas mientras miras a otro lado.
La última vez que tu engranaje encajó en el mío
descubrí la oscuridad, la soledad y el frío.
He dejado de ser liviana
he dejado de ser palabra atrapada en la garganta
has dejado de ser calambre bajando por la espalda.
Disculpa el silencio que acompaña mi despedida
no supe contarte que en nuestra noche amanecía.
Que estiré el amor, el deseo y las caricias
hasta convencerme de que no los merecías.
Y se hizo tarde, muy tarde
para coser esas heridas.
Se ha hecho un vacío en mi mundo
y estoy sacándome astillas todavía.
Me voy.
Nunca supe acoplarme a tu medida.
Fingí ser tantas mientras la buena se moría,
me protegí de más para aguantar las embestidas.
Ya no soy la luz que encendiste un día
me parezco demasiado a ti para que la suerte nos sonría.
Me has contagiado el miedo, la quietud y la desidia.
Me voy.
De allí donde nunca estuve,
del lugar oscuro que se escondía entre tus nubes.
De las preciosas vistas que se ven mientras subes,
que hacen olvidar la caída y el caos que produces.
Me voy
sabiendo que no habrá nada que puedas echar de menos,
no cambié los objetos de lugar en tu universo.
Me voy ahora con el invierno
cerrando este bucle nefasto de no lograr comprendernos.
Acariciando tu rostro cansado
con imaginarios dedos,
con invisibles labios cubriéndote de besos.