Tras el desastre, solo queda recomponerse,
no manchar lo poco que ha quedado limpio
amontonar los escombros y subirse a lo más alto
para ver con perspectiva la magnitud del desastre.
9.20 am
El despertador lleva sonando más de diez minutos,
un agudo y molesto sonido golpeando mi sien,
pero el cuerpo no me responde.
Este pequeño ser pesa ahora toneladas,
desnudo, solo cubierto por una sábana.
Se me ha llenado tanto la cabeza y el alma
que no puedo moverlos.
Stand by.
Así me siento.
Suena el teléfono, pero no tengo preparado el papel
que represento en esta función.
Debería levantarme y sonreír
seguir haciéndolo todo del mismo modo.
Si me esfuerzo e interpreto
nadie sabrá donde están los huecos.
No es la primera vez.
Ni será la última.
En un derroche de fuerza sin igual
consigo llegar a la ducha.
Sé que debo encontrar el botón que activa el piloto automático.
Ese que hará que me vista.
Que simule la vida.
Que dé los buenos días.
Que prepare la comida.
Que pase inadvertida.
Que vaya a la oficina.
El que hará que la vida parezca vida.
Al final lo encuentro al tocarme las costillas.
El el lugar preciso donde apoyabas la barbilla.
Ahora funcionaré como lo haría cualquier día.
mientras algo se muere en una cama fría.