27 mayo 2013

La soledad aquí sentada.


La soledad está aquí sentada,
decido confesar el miedo que me daba.

Voy desgranando paso a paso mi fragilidad,
la esencia misma de esa absurda necesidad.
Ese alguien al que buscamos amarrarnos
para que el mundo no oscile tanto.

Pero estamos solos al fin y al cabo.

La soledad está aquí conmigo,
con ella he aprendido a ver la vida desde otra perspectiva,
me asegura que no es mala compañera si puedo comprenderla.
Ella no puede abrazarme, no sabe consolarme, no me dará palabras de animo,
ni sentiré su presencia en las noches de frío, pero a cambio de eso me promete fortaleza,
me pregunta qué prefiero, ¿dolor o indiferencia?

Me da tanto miedo esa respuesta.

Me levanto temprano y ya está sentada en el borde de mi cama,
es callada y prudente, pero sabe tan amarga.
Me pide que la escuche y apenas tengo ganas.

Nunca se me dio demasiado bien cerrar las puertas,
mi naturaleza indecisa prefiere dejarlas entreabiertas,
cuantas veces hubiese deseado saber cerrarlas de un portazo
y no volver reculando hacia atrás sobre mis pasos.

Nunca fui tan dura como supe aparentar,
nunca supe soltar amarras,
nunca supe salir a navegar.

La soledad está aquí sentada,
por muchos que sean los que me rodean
ella siempre es la que queda.

Nos miramos, comenzamos a cogernos cariño,
me dice que estoy manchada de orgullo incomprendido,
si supiese callarla de algún modo, todo sería más sencillo,
como no sé hacerlo cubro su voz con mis gritos.