Ese palpitar esencial
que ha cesado sin avisar,
golpes y golpes en el muro,
intentar tragarlo todo
sabiendo que está crudo.
Lo rápido que cambia todo,
y lo lento que rota el mundo,
1000 pulsaciones por segundo,
tú aislado e inflamado de profundo.
Sonríes a cualquiera,
como si cualquiera sirviera,
luego echas los cerrojos
y se quedan todos fuera.
Ese pasar por los caminos
sin tocarlos siquiera,
arriesgando lo justo
y huyendo cuando duela.
Y en mitad de todo eso,
mis trozos por los suelos,
los míos, los del resto,
los nuestros, los de ellos.