Detrás de cada huracán llega la calma.
Y la calma sabe a domingos por la mañana.
No me quedé a dormir porque temía convertirme en calabaza.
Tengo un límite de tiempo para respirar el aire que respiras
antes de que revienten las compuertas que separan tu vida de mi vida.
Anoche los columpios no tenían fin
pero al llegar la mañana estoy sentada en la arena del parque.
Funciona así, y la experiencia me ha hecho acostumbrarme.
Miro la tierra desolada
que no se parece a tus toboganes.
Y sé que ya no tienes las cosas
que pretendía arrancarte.
Pero igual me quedo
porque no he aprendido a retirarme.
Y vacío mi cabeza de ideas
y limpio mi piel de tus huellas
y cierro de nuevo las compuertas.
Detrás de cada huracán todo vuelve a estar en calma.