Tengo la suerte de saber lo que el amor supone cada día.
Tengo cada noche la conciencia tranquila, porque soy coherente
con mis principios como lo soy conmigo misma.
Tengo la ventaja de poder explicarle a mi cerebro qué es lo que le pasa,
y la capacidad innata de entender que lo que es hoy, puede no serlo mañana.
Tengo ganas y curiosidad para varias vidas.
Tengo el inmenso privilegio de tapar los agujeros escribiendo.
Y también tengo heridas sin cerrar que a veces sangran sin remedio.
Tengo impulsos inmanejables que escapan a las garras de la racionalidad,
y el suficiente entendimiento sobre para siempre y nunca más.
Una venda inmensa que a veces me pongo en los ojos,
porque sé perfectamente dónde está el cable rojo
que hace que estalle todo.
A veces la uso, cuando intuyo que es mejor no mirar.
Tengo tantos defectos que los he catalogado,
y tantas cosas bonitas que no sirven para nada práctico...
Tengo penas que se han atragantado y han modificado el mapa mental
porque estaba ocupada sobreviviendo y no tuve tiempo de gestionar.
Tengo pesadas certezas que me impiden volar.
A veces soy más rápida que ellas, echo a correr, no me dejo agarrar.
Tengo la fortuna de coger toda esta rabia y esta incomprensión
y vomitarlas aquí donde no manchen a nadie, hacer un amasijo con ello
y devolverlo convertido en aire fresco.
Tengo días negros en los que toco suelo,
huyo de todo y me limpio las cenizas
que han quedado al extinguirse el fuego.
Vuelvo a respirar y recuerdo
lo privilegiada que soy y todo lo que tengo.