27 enero 2020

Miradas desde arriba



Se acerca la hora.
No puedo evitar seguir poniéndome nerviosa.

Me pinto los labios y me subo a unos tacones.
Parece que brillo, pero solo es un reflejo impreciso.

Me he transformado en alguien distinto
para poder llegar a ti y hacer juego con tu frío.

Me envuelvo en esa piel que hace a la vez
de coraza y de suplicio.

Yo y mi sencillez,
mis zapatos planos y mi pelo despeinado,
todo ha saltado por un precipicio.

Hago cosas sin sentido,
si no te has dado cuenta, no será
por lo bien que finjo.
No me estabas prestando atención,
por eso no lo has visto.

Me descalzo cuando llego 
porque soy torpe en las alturas,
me miras desde arriba con el gesto insolente de quien no precisa
corazas ni falsas composturas.

Tu mirada honda y oscura
que destroza en mil pedazos 
lo que me queda de cordura.

Y regreso descalza y despeinada
con los labios desgastados
hasta que llegue de nuevo la hora
en que me ponga nerviosa.

Hasta volver a ponerme este disfraz 
que me convierte en otra
mientras tú me miras desde arriba
porque a ti nada te importa.