28 enero 2020

A mil galaxias




Llovía y llovía.
Ella quería salir a jugar,
mirando a través de una ventana empañada
sumergida en el espeso líquido de la monotonía.

Voces huecas empapadas de cadencia.

Jugar, ese verbo tan lejano,
llorar en el reverso de tus manos.

La planicie de una mesa frente a mí
una mesa perfectamente equilibrada
los dibujos tenebrosos de las lineas en la madera
como los laberintos agobiantes que hay en mi cabeza.

Ella quiere jugar en la hierba,
mojada y salpicada de estrellas.

Estoy infinitamente lejos
a mil galaxias de ella.

Jugar, ese verbo olvidado
saltar en tus ojos de barranco.

Las agujas del reloj dando vueltas
dentro de una caja hueca.

El aire espeso.
El frío suelo.
El ruido de las voces
que no entiendo

y ella llorando
y fuera lloviendo.