19 octubre 2015

Código binario



Tenía que borrar cosas.

Era necesario hacer espacio en la memoria.

Programas de arranque. No es necesario comenzar con todo.
Ciñámonos a lo importante.

Empecé por las aplicaciones instaladas
esas que instalaba por el capricho del momento y casi nunca utilizaba.

Algunas de retoque, para impresionar, ya sabes.
Otras de prueba, que se quedan ahí ocupando espacio pero ya no sirven para nada.
Algún que otro juego con el que llenar el tiempo, en esos momentos en que parece que te sobra.

Me quede con el antivirus. Es lo más importante.

Y con un navegador.  Fundamental.

Luego revise los archivos, fotos, música, películas...
Me volví selecta en mi afán por rescatar el máximo espacio.

Películas que ya he visto repetidas. Fuera. Suprimir.
Fotos que guardaba pero dolían al mirarlas. Suprimir.
Conserve aquellas que reflejaban algo importante. Recuerdos esenciales.

Me deshice también de la música que transmitía el espejismo del momento.
Esa que solo me había gustado porque contaba una historia que se parecía
a nosotros.

Hay que tener cuidado cuando haces espacio porque la papelera de reciclaje también cuenta.
Ahí se van quedando cosas y puede ocurrirte que en un melancólico día te dé
por restaurarlas.

Rastreé los archivos porque a veces pasa que hay cosas que tú no has puesto ahí
pero venían implícitas junto a algo que sí querías.

Borré las cookies, el historial y la caché.

Reinicié.

Ahora navego más rápido. Mi antivirus detecta que todo está limpio.
Entran cosas nuevas y sé que tardaré poco en llenarlo.

El equipo no es el problema.
Suele serlo el usuario.