08 octubre 2015
Haciendo las paces
Cuando por fin maduré, hice las paces con ella.
No nos sentamos a contarnos las miserias
ni nos echamos basura a las caras.
No nos pedimos perdón, ni nos justificamos.
Un día, sencillamente, la miré y la comprendí.
Cuando eres joven te sientes el centro del mundo.
Todos se equivocan excepto tú.
Ella tenía unas circunstancias.
Y yo tenía unas carencias.
Yo no me atrevería a decir que siempre tomé las mejores decisiones.
¿ por qué debería pedírselo a ella ?
Somos distintas en muchas cosas
en casi todo aquello que nos ha dejado al albedrío, la genética.
La miro.
Es como mirarse en un espejo dentro de algún tiempo.
Hice las paces con ella,
coincidiendo con mis propios errores.
Intentaba darme buenos consejos.
Me parecía tarde.
Me hacia sentir débil.
Yo la sentía culpable.
Cuando todos mis cimientos se quebraron
ella, estaba ahí.
Donde no había estado antes.
Con el cariño sutil que se escapa por debajo de sus férreas armaduras.
Con su falta de sensatez y sus peregrinas teorías.
Lo que se nos escapó ya no podemos alcanzarlo.
Pero seguimos aquí las dos, sobreviviendo, con nuestros incontables fallos
y nuestros recuerdos.
No te lo digo nunca.
Pero sabes que te quiero.