He comenzado por las heridas grandes
esas que huelen a hierro y saben a sangre.
Sabes que nunca fui muy buena
y nunca quise cuidar de nadie.
Las busqué y terminé por encontrarlas
unas sobre otras mal curadas.
Con cuidado las limpio y giro la cara
no quiero que se llenen de lágrimas.
Con afán reconstructor
me transformo en costurera.
Se rompen las agujas por la dureza de tu piel,
acostumbrada a los golpes, se ha convertido en pared.
No dejas de moverte, y sé que los puntos te escuecen.
Me gritas y me empujas porque las prefieres abiertas.
Abiertas e infectadas te recuerdan
que todos los que pasan dejan huella.
Cuando sientes que pueden curarse
metes el dedo y las remueves para que nunca cicatricen.
Recojo el instrumental que llevé para curarte
y te miro con una tristeza que ya me queda grande.