Dibujé un camino hasta mi puerta
para que siempre pudieras volver.
Le puse luces que alumbraban el camino
por si volvías de noche
cuando aún no había amanecido.
Quité las vallas y la cerca del jardín que limitaba la entrada.
Abrí las puertas y las ventanas
y quité el llamador para que supieras
que no era necesario que llamaras.
Me quede a vivir afuera
por si adivinaba tu contorno
en el perfil de las laderas.
Me deshice de todo
lo que ocupaba el espacio
y decoré las paredes exteriores
con poesías y relatos.
Arranqué de mi vida
los recuerdos inexactos
los limpiaba un poco cada noche
y acabé por borrarlos.
Seguía esperando.
Rocé la plenitud por un momento
cuando vi que podía estar
enamorada de un recuerdo.
Nunca hizo falta que volvieras
yo era feliz solo con eso.
Sabía que algún día volverías
aunque yo no estuviese allí todavía.
Supe que las luces
que puse en el camino
al final te guiarían.
Cuídame las rosas que han crecido desde entonces,
puedes cerrar ahora las ventanas y las puertas;
tú no estás esperando a nadie.