17 diciembre 2015

Salir en silencio


Solté tu mano cuando vi que no me estaba agarrando.

El tiempo no pasa igual para ambos.
Yo cuento los días, los minutos y las horas
que consigo resistir sin llevarte a todas partes.

Para ti el tiempo no transcurre.

Siempre apareces en el lugar en que te quedas.
Como si no pasara nada en lo que te ausentas.

Sentada, hice bailar una copa
mientras tu vivías
sumergido en tus cosas.

Me sentí una pieza inerte en tu salón
ocupando un espacio que no llama tu atención.


Cerré la puerta despacio una noche
en que vi que en tu mundo no quedaba espacio.
Todo estaba ordenado
era imposible que escondieras
lo que estaba buscando.

Se me cerró el corazón en un portazo.
Pero nunca hago ruido cuando salgo.

Caminé de puntillas por la casa hasta alcanzar la puerta
con la manos temblando, rogando que no me oyeras.


Bajé deprisa los escalones sin a penas respirar,
como el que sabe que ese no es su sitio, y lo mejor
es escapar.

Te pedí perdón por marcharme sin avisar.


Luego me reí de mi misma. Porque tú no estabas allí.
No en el mismo lugar.
 Y me supieron amargas las disculpas.



Me vi escapando a escondidas,
arañándote minutos de tu compleja vida,
haciendo saltos mortales en equilibrio
sin la red de protección.

Nadando en la superficie
sin sumergir nunca la cabeza.

Y salí en silencio.