30 abril 2016
Envidiar la frialdad
Te reconozco que envidio la simplicidad
y a esas personas que al cerrar una puerta
ya nunca vuelven a mirar hacía atrás.
Envidio a la gente práctica y racional
que no se cuestiona sus laberintos
y saben siempre en cual no entrar.
Aquellos que no son empujados por la curiosidad.
Envidio la ausencia de gravedad
la plana superficie del agua estancada
que no esconde nada y apenas tiene profundidad.
Envidio la frialdad de quien decide quedarse a vivir
en una isla desierta y no arriesgarse nunca a navegar
y esas manos ásperas y frías que no dudan en soltar.
Envidio los ojos huecos que no reflejan nada
de lo que llevas dentro
y esa férrea sobriedad con que ofreces tus razones
sin que una sola te roce un sentimiento.
Envidio la facilidad con la que giras sobre tu eje
cuando ya no quieres mirar.
Te reconozco que envidio todas esas cosas que nunca
logré tener.
Reconozco que imitarlas no es suficiente,
que encajarlas a la fuerza no funciona.
Envidio la dureza con la que algunos sacan de su mundo
las cosas a la fuerza,
y la consistencia con que permanecen en quietud
mientras el mundo sigue dando vueltas.