27 noviembre 2015

Ascensores



Hemos descendido.
Pasamos de un cuarto a un primer piso.

Hemos empeorado las vistas, y ahora hace más ruido.
Miro la calle a través de unas rejas que están llenas de metáforas.

Ya no somos creíbles
matemática secuencia de los fallos posibles.

Hemos descendido
y ahora estamos atrapados en el medio.
Hay tantas cosas que podría echar de menos.

Aquella ventana siempre abierta a la que me asomaba
cuando el calor del interior me sofocaba.
La manera sutil en que te aproximabas
paseando las manos por mi cadera
y acercándote a mi espalda.

Aquella alfombra en la que me tumbaba
a contarte historias que a tu gravedad no le importaban,
te sentabas en el sofá y me observabas
mientras yo hacía tiempo para conocerte en medio.

Aquella encimera donde cortabas los limones en rodajas.
Aquella a la que me subía para que tu cuerpo me encajara.

La misma sobre la que lloré desconsolada
cuando entendí que no podías ofrecerme nada.

Echo de menos aquella casa.
Allí se quedaron fijadas a las paredes aquellas primeras veces.

Echo de menos aquel ascensor.

Aquel movimiento de ascensión que empujaba esas mareadas mariposas
a escaparse por mi boca.
Nunca 19 segundos duraron tanto.

En ese corto espacio de tiempo
mientras te miraba
y el aire no entraba.

Hemos descendido
y noto que nos falta
la magia del principio,
esta necedad de insistir
cuando todo lo que queda
es desperdicio.

Hemos descendido
y se me han extraviado
mariposas por el camino.