24 noviembre 2015

Estallidos

Me he quedado sentada en este lado de la calle,
allí, en la otra acera, por donde nunca pasa nadie.
En la otra estás tú y tu soledad inabarcable.
Desde aquí tus cadenas parecen más grandes.

¿Quién soy yo para salvarte?

Te has quedado inmóvil. No sabes desplazarte.
Si no fluyes con la vida, estás perdido.
Te relajas un segundo y a la vuelta
está todo distinto.
Planear no sirve.
Se vive por instinto.
Controlarlo todo es imposible.
Siempre puedes despistarte.
Deja que te arrastren.
Súbete a unas alas que se elevan cuando arden.

Tu compañía me hace menguante
tu rigidez aplasta mi emocional talante.
Comienzo a repasarme, para que nada falle.
Me contagias tu presión y yo la trago
como un veneno.
Yo quiero reír y conversar
y enredarnos el pelo.

No le debes nada a nadie,
y el día que te marches
elige llamarte loco
antes que ser cobarde.

¿Quién soy yo para curarte?

Por debajo de la falda se me sueltan los vendajes.

Para evitar las heridas no sabría aconsejarte.
Para evitar sufrir, no te acerques nunca a nadie.

No dejes que te besen esos huecos que han dejado
los golpes que no te importó sentir.
Esos que han quedado repartidos por tu cuerpo.

A ti te asustan los de dentro.
Los que golpean en el centro y tambalean los cimientos.
Tú vida está hecha de argumentos.
Cincelada a raciocinio y vetada al sentimiento.
Tu organismo es un gobierno
con un tirano presidente,
te va llenando de pretextos
y se calla lo que siente.

¿Quién soy yo para soltarte?
Mis cadenas oxidadas empezaron a aflojarse
por más ayuda que pedí, no aparecía nadie.
Empecé a buscar la llave.
Tardé poco en cansarme.
Comencé a encogerme
hasta hacerme un punto insignificante.
Pude escaparme y estoy aquí,
pero no soy un ejemplo que puedas seguir.
Yo no tengo golpes fuera, solo una pequeña cicatriz
yo los llevo todos dentro, en el núcleo y la matriz.

Por eso puedo hablarte de vivir.

¿Quién soy yo para juzgarte?
No hago más que equivocarme.
Me dejé la razón en el intento
y ahora mi sangre va delante.
Me mareé de girar tanto,
de intentar saltar más alto.
De proteger el castillo
estando siempre a salvo.
Salté por la ventana de mi burbuja perfecta,
desde fuera pude ver, que en realidad era una celda.

Estar tranquilo es la respuesta.
Una introvertida sabe
que esa siempre es la correcta.

Mi soledad es mi castillo,
si quieres lugares curiosos,
te muestro donde vivo.

Pero un día de golpe algo mueve las paredes
tu castillo parece más pequeño de repente.
No sabes digerirlo y te complicas,
y empiezas a luchar con el de enfrente.

No puedes explicarlo ni ponerle una etiqueta,
tu castillo se revienta.
Las piedras golpean
al que se encuentra cerca.

Yo no quiero que te quedes.
Mi tranquilidad está hecha de paredes.
Quiero que a ratos, sueltes el peso y te liberes.

Tu cuerpo pide dejar de ser tuyo,
pide arroyos, cascadas y murmullos.
Te suplica encadenado que le dejes escapar
pero no sabes,
ni quieres
ni puedes.