13 noviembre 2015

Todo lo que llevé de más



Me hablas de desorden y me siento una intrusa.

Como si me colara en tu vida de una patada en la puerta.
Nunca entré delante tuya.

Me dices eso, quizá porque nunca te has fijado
que caminaba de puntillas.

No tocaba nada, casi ni respiraba
por si el polvo que acumulabas
con mi aire se transformaba

y aún así mi presencia desordenaba.

Guardé en mi continente cientos de cosas
que compartir contigo.

Llevé mi transparencia, mi dulzura,
mi sonrisa, mi forma de sentir la vida,
mi paciencia, mi cariño, mi comprensión...

Tenía risas, placer, locuras divertidas, puntos de vista, caricias y protección.

Te parecieron demasiadas para digerir de un
solo trago.

Comencé a restar cosas de mi bolsa
para que no pesara, para que no entorpecieran
el espacio diáfano que tanto deseabas.

Un día descubrí que en la bolsa no quedaba nada.
Me limitabas el peso del equipaje, pero
lo que pesaba era mi alma.

También me la arranqué, para que no ocupara.
Aún así te pareció que no era suficiente.

Era yo lo que sobraba.