Mientras buscaba, nerviosa, algo con que ocultar mi desnudez
alcé la vista y te miré.
No
era esa expresión la que esperaba,
me
quede fundida, como atrapada por un miedo
que
me impedía analizar tus gestos.
Tú
me lees con nitidez, y yo te leo
con
tanta facilidad que parece
que
con mirarnos, hablemos.
Dolor
y miedo,
enfrentados
a mi cariño y a mi deseo.
Y
las escamas arrancadas por el suelo.
Como
desearía que me mintieses
y
poder creerte.
Tú
no puedes mentir
yo
lo sé con verte.
No
esperaba esa mirada
secando
de inmediato toda la playa.
Pero
me puse la sonrisa de aquí no pasa nada.
Quería
salir corriendo y no
encontrar la parada.
Te
dije - No te preocupes, no espero nada-.
Te
cedí ese espacio que torpemente buscabas.
Sonreí
todo lo que pude
aparenté
la claridad soplándome las nubes.
Quería
huir para que no detectaras
que
mi máscara de dureza se resquebrajaba.
Te
empeñabas en ser un caballero
dándole
importancia a los detalles incorrectos.
De
verdad te lo agradezco.
Hemos
cambiado los disparos
por
pequeñas dosis de veneno.
Vi
en tus ojos tantos huecos,
tanta
incomprensión mal digerida y
una
falta de amor propio desmedida.
Una
batalla constante
Una
ceguera selectiva.
Rota
y asustada
dejé
mi barco a tu deriva.
Recogí
el orgullo malherido y los trapos sucios
me
vertí en tu coche porque ese ya no era mi cuerpo.
Recordaba
las veces que le hicimos pasar por esto.
Me
rendí a tu miedo, a tus telones de acero
a
los columpios vacíos que se mueven con el viento.
Vi
en tus ojos
apabullante
desconcierto.
Un
lugar que invitaba a usar la inteligencia,
en
ese momento pude darme cuenta....
no
es tu forma de mostrarte
ni la altura de tus barreras
es tu miedo desbocado
y da igual lo que te quiera.