Necesitas tanto espacio
que me he salido de tu órbita,
y en el transitar me he vuelto microscópica.
Ahora soy un cuerpo extraño.
No me palpo humanidad y he cambiado de tamaño.
Me pides contención
y yo sonrío
ponerle puertas al mar,
de verdad, no es lo mío.
Luego me hablas de locuras
que te quedan grandes antes de hacerlas.
Cuando te asomas te obstruyes.
Y te evaporas. O te encierras.
Me hablas de playas mientras
guardas distancias que se amontonan
en escaleras.
Esas formas correctas y esas reglas
que manejas.
Que no dejan lugar a la magia
pero tampoco a la evidencia.
¿Qué fue de aquel instinto salvaje
y primitivo?
de tanto contenerlo
ha desaparecido.
A veces vienes mucho antes de haber venido,
y cuando salgo a saludarte, hace rato que te has
ido.
Hay días que visito tu pozo húmedo y frío
otras creces y creces a medida que te miro.
A veces cambias, eres alguien distinto.
Percibo la gravedad de tu gesto distanciado
desfile de cuchillas afiladas
en el interior de mi estómago.
Y amaneces siendo otro
simplemente un día.
Poco importa lo fea que se ponga la vida
tu cara de picardía
y tu sonrisa,
llenan de luz esta pocilga.
Pero no puedo, nunca pude
batallar con tu mitad oscura.
Mi mitad brillante se apagaba con la tuya.
Esos destellos resplandecientes que a veces tienes
los llevo cogidos con alfileres
los zarandeas tanto que están apunto de caerse.
Y quiero llevarme la otra parte
la que amé tanto que acabó por devorarme.
Llevármela y aferrarme a ella
como no podré jamás aferrarme a nadie.
Y se que tu parte bella no deja
de pelearse con la otra,
que cada vez será más grande
y podrá hacerle sombra.
Mi parte oscura a mí también me susurra
que siempre nos buscamos pero nunca coincidimos,
porque nosotros y nuestras mitades
ya somos demasiados.
Nos vemos con luz durante un fragmento
ridículamente pequeño
y nos pasamos a oscuras el resto del tiempo.
Tan solo queriendo volver a verlo.
Pero la vida es eso que ocurre en medio.