05 noviembre 2015

Metamorfosis



Cambiamos de forma, nos adaptamos al entorno y a las circunstancias.
Eso hacemos.

Hoy de nuevo, soy una desconocida.

Las pieles que mudamos se acumulan en algún lado,
tengo la extraña sensación de haber mudado demasiado.

Yo era una pieza de museo, en mi perfecta pared.
Quise ser tocada y me convertí en mujer.

Al principio disfruté de mi nueva piel, de mi curvado cuerpo
y la forma en que los ojos se posaban en él.

Aquellas manos que me recorrían
también un día tuvieron que transformarse.

Se hicieron ásperas y cortantes.

Aún así, yo seguía necesitándolas.

Me convertí en piedra, para que pudieran tocarme, pero no herirme.

Resultó que no sabía ser roca.

Para colmo todos pensaron que dada mi aparente rudeza
resistiría bien los golpes.
Y me transformé en muñeca de trapo.

Hoy de nuevo soy una desconocida.

Ha cambiado algo mientras no estaba mirando.

Caperucita se parece bastante más a Cenicienta.
Volvería a ese momento en que fui una princesa,
o la amante lasciva reposando en la encimera.

Todo menos una muñeca de trapo.

Hoy querría volver a ser el cuadro que reposaba en la pared perfecta.

Ya no sé resistir hasta quebrarme, ya no añoro las caricias de unas manos,
ya no quiero volver a transformarme.