21 noviembre 2015

Encontré un lugar para llevarte




Encontré un lugar precioso al que llevarte a pasear
pero recordé que detestas perder el tiempo.
Quería llevarte a pasear conmigo hasta perdernos
llenarte el camino de sonrisas, 
acabar cenando comida india en un sitio coqueto
y cerrar la noche rodando por tu cuerpo.

Olvidé que eso requiere espacio y tiempo.
Que yo pierdo la perspectiva cuando vuelo.

Hice el camino sola,
ni siquiera pude proponerlo
me falto valor para oír que no. 
Hice el camino sola y en tu honor
para no perder el tiempo lo invertí en pensar.

Pensé en las veces que necesité que estuvieras,
cuantas veces habías venido porque yo te lo pidiera
cuanto sacrificio yo te había comportado.

Pensé si eras capaz de ver cómo me siento
si albergabas hacía mí algún sentimiento
si te habías dormido alguna noche echándome de menos.

Caminé durante horas por esos lugares en los que te soñaba
imaginando que mis plumas te servirían de alas.

Pensé en el tiempo que había pasado
vi lo absurdo de mi empeño en entendernos
la ausencia de calidez y el egoísmo 
que acabarían por ser mi cementerio.

Ni una lágrima cayó
sentí que mi alma lo sabía antes que yo,
como si hiciese mucho tiempo 
 ya te hubiese dicho adiós.

Encontré ese restaurante indio
y me senté a cenar.
Era nuestra despedida y tú no estabas.

Le conté a ese silencio que cenaba conmigo
que siempre supe que algún día dejaría de luchar.

Tenía tantas cosas feas asociadas a ti
aún así insuficientes para poderme rendir.

Me venció verme reflejada en la tristeza.
Me venció aquella cena.

Me vencieron la costumbre y la falta de emoción.

Me sorprendí pensando que la vida es demasiado corta
para andar tropezando tanto.
Que no podía ser tan pequeña una mujer que ama, susurra y vuela,
esta, la que aguanto los golpes y te dio caricias a la vuelta.

Que si yo no merezco tu esfuerzo, no habrá quien lo merezca.

Pasé por todas las fases que soportó mi cabeza
recordando que siempre dejaba la puerta abierta.
Siempre, de alguna manera, esperaba que algo fuera diferente
tú, yo, las circunstancias,el momento....
cualquier cosa que lo hiciera funcionar.

Nunca podremos entendernos.
Esas palabras retumbando en mis paredes
demoliendo los recuerdos a su paso
y solo tu ausencia enfrente.

Mis ganas incontenibles de quererte
rompiéndose en pedazos sin que estuvieras presente.
Frenadas por tu frío y por tu miedo
volvieron lastimadas a pedirme que me fuera.

Se hacía de noche y ya no había un cuerpo sobre el que rodar.

Soy culpable de intensidad.
No me sirve mirar por las rendijas y no sé alimentarme de migajas.

En vez de postre, pedí una copa.
Brindé por encontrar la razón para alejarme
me sentí responsable del daño que llevaba
conmigo a todas partes.

Solo yo era culpable.

Y entendí que en el mundo serás para alguien,
aunque no sea yo.
Comprendí que hay alguien también para mí.
Que tal vez los dejamos pasar mientras intentábamos aprender
el idioma del otro.
Que no siempre es suficiente con esfuerzo
que no siempre es suficiente con amor
que casi nunca es suficiente simplemente con deseo.

De vuelta en mi camino 
pisando esas hojas secas que serán la portada de mi libro,
miré hacía dentro y vi que aún me quedaba el cariño.
Siempre lo tendrás, porque este imperfecto ser es incapaz de odiar.

En mi bolsa no me llevo nada feo.
De nada me arrepiento.
Aquella noche caminando liberé todo el peso
me despedí de ti y se hicieron limpios los recuerdos.

Aquellos del principio cuando la suciedad no se depositaba en nosotros.

Recordé cosas sencillas y por serlo, más bonitas.
Y se dibujó una sonrisa, liberada por la explosión de tanta esperanza contenida.

Tendrás siempre mi sonrisa cuando esté frente a la tuya
y puedo prometerte que no será fingida.