23 noviembre 2015

Recogerse el pelo

Antes, cuando tenía el pelo largo
había días en que lo recogía y me vestía como un hombre.

Echaba fuera esta tendencia femenina
de ahorcarse con las bridas que yo misma sostenía.

Había días en los que cuando sonaba el despertador
yo ya estaba triste.

Tragaba saliva como el que traga una bola de lana.
Me limpiaba los engranajes con agua destilada.

Había otros en que me sentía tan llena de fuerza
y de valentía, que si era imposible detener los trenes
me tumbaba sobre las vías.

Había días en que lamentaba
que hubiese quien mi peso soportara.

Había días llenos de barro
y otros que el agua limpiaba.


Me corte el pelo una tarde en casa
con unas tijeras oxidadas.
Quería cambiar algo y nadie me enseño
a recortarme las taras.

Ahora ya no puedo recogerlo
y no siento sus cosquillas en la espalda.

Había días en que interpretaba
la importancia por el número de líneas.

Había días confusos que me empujaban
a escapar y deshacerme de los nudos.

Había días en que echaba de menos mi pelo recogido
escapando a mechones.

Había días en que añoraba aquellas cosquillas en la espalda.